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CIUDAD CRIOLLA

¿Por qué te decidiste a iniciar el blog?
Entre enero de 2014 y enero de 2016 realicé en Radio Gladys Palmera una playlist titulada Ciudad Criolla, dedicada a la música de Nueva Orleans y Luisiana –una idea pionera en España–, que se acompañaba de un blog alojado en su web en el que se complementaba el contenido de la lista de canciones con entrevistas y artículos relacionados.
Cuando la emisora decidió prescindir de mis servicios, mi decisión fue inmediata: Ciudad Criolla me parecía un concepto demasiado bueno para que se perdiera en el éter. Así que, en un fin de semana, puse en marcha el nuevo blog a partir de febrero de 2016: compré el dominio, creé una cuenta en WordPress, escogí una maqueta e importé todas las entradas que había escrito durante la primera etapa radiofónica, así como las playlists. Desde entonces se ha ido actualizando con nuevos contenidos.
Ciudad Criolla absorbió posteriormente parte del material de mi anterior proyecto, museu del rock: diari d’un crític fracassat –creado en 2008 y mantenido hasta 2015–, una exposición de artículos sobre música, pero también sobre cualquier otro tema que me interesara, además de hacer un repaso a mis experiencias en el azaroso mundo del periodismo. También abrió “sucursales” en las redes –Facebook, Instagram, Linktree e iVoox– para difundir su mensaje.

¿Cuál es el propósito del blog?
Ciudad Criolla surgió de una experiencia personal: un recorrido por Luisiana y Texas en 1992 que me llevó a cambiar mi visión de la música y a zambullirme en el crisol estilístico de esos estados sureños y de ciudades como Nueva Orleans, Austin y San Antonio. Eso sí, sin olvidar a artistas de otros enclaves geográficos (California, Arizona, Tennessee) que, por su carácter iconoclasta y creativo, merecen también atención.
Jazz, rhythm’n’blues, soul, funk, zydeco, góspel, cajun, brass bands, bounce, rock’n’roll, tex-mex, rockabilly, western swing, hillbilly, honky tonk o alt. country: todos son estilos que surgen de la fusión de culturas y tradiciones, como un reflejo musical del gumbo gastronómico que combina todo tipo de ingredientes.
A lo largo del tiempo, ha incorporado otros sonidos hasta llegar a la etapa actual, en la que mezcla las raíces norteamericanas que le dieron origen con otros sabores –como el hip hop, el soul o el flamenco– que, a pesar de romper con el espíritu inicial, siguen manteniendo su carácter único.
Esta evolución, aunque en cierta forma desvirtuó el objetivo fundacional, acabó por enriquecerlo, y así se convirtió en “el gumbo exquisito de la roots music y mucho más”. Ese “mucho más” se refiere a otras pasiones que tengo aparte de la música, como el cine, las series de televisión, el cómic y la literatura.
Aunque esté alojada en una plataforma para construir blogs, siempre he considerado Ciudad Criolla como una web. Por una parte, he intentado enriquecerla desde el punto de vista estético y estructural, cambiando de maqueta y cabecera en diversas ocasiones, distanciándola del aspecto “cutre” y poco funcional de muchos blogs. Tengo la suerte de contar con un logo creado por el músico y diseñador Víctor Coyote, una “herencia” de Gladys Palmera.
Y, por otra parte, y esto es tal vez lo más importante –al fin y al cabo, la estética es algo subjetivo–, he procurado mantener unos contenidos profesionales, que podrían ser publicados en cualquier periódico o revista, con unos textos editados lo más concienzudamente posible, con una información sin errores (ni ortográficos ni conceptuales) y con unas fotos cuidadas.
Esta obsesión por el rigor es positiva, porque es la única forma de ofrecer y garantizar calidad al lector, pero al mismo tiempo es negativa, porque muchas veces se pierde la inmediatez. Porque para mí no se trata de publicar de cualquier manera, con imágenes malas y datos sin comprobar (fechas, nombres, etc.).
Aunque pueda parecer una falta de modestia, en Ciudad Criolla han aparecido contenidos que no ha publicado ninguna revista en papel. Por ejemplo, exhaustivos monográficos como los dedicados a la relación de David Lynch con la música y a las bandas sonoras de Quentin Tarantino –ambos con varias playlists–; listas de lo mejor del año de blues y americana; entrevistas con estrellas emergentes, y críticas de los nuevos discos de artistas de la escena de blues estatal.
También informes sobre la serie Tremé, sobre el subgénero del truck-driving country y sobre el legado de Dr. John y Jerry Lee Lewis (con declaraciones de intérpretes nacionales e internacionales); entrevistas a los responsables de las editoriales Dirty Works y Muddy Waters, y reportajes sobre temas inéditos, como el disco “misterioso” del actor Robert Mitchum.
En definitiva, artículos que no podrían haberse publicado en ningún medio impreso por una sencilla razón: los he escrito como he querido, sin límite de extensión, sin que nadie me censurara ni me cambiara una coma.
Eso sí, que quede claro: en Ciudad Criolla me muevo “bajo el radar”, buscando lo que es inmerecidamente desconocido o ignorado. Odio el concepto de “prescriptor”, pero en unos tiempos en que hay una avalancha de información, es necesario rescatar y dar a conocer lo verdaderamente valioso, muchas veces despreciado porque es “antiguo” o porque pertenece a estilos considerados “caducos”: toda una falacia.

¿Alguna experiencia o anécdota destacable como blogger?
Sobre todo, recibir el feedback de algunos de los músicos de los que hablo. En el ámbito estatal es bastante fácil, porque a algunos los conozco personalmente y suelen mostrarse muy accesibles y agradecidos, e incluso a veces me han ofrecido poder escuchar sus trabajos antes de ser editados. Y, aunque resulta menos frecuente, también he recibido reacciones positivas por parte de artistas internacionales que han visto en las redes (Facebook, Instagram) que hablaba de ellos y han reposteado mis artículos: Dayna Kurtz, Jesse Dayton, Jose Ramirez, Michael Tarbox…
Además, Ciudad Criolla ha sido citado en varias ediciones del Anuario del Blues editado por la Societat de Blues de Barcelona, y fue el detonante para mi participación en el proyecto multimedia Irun Meets New Orleans de Fermin Muguruza en 2015-2016.

¿Qué esperas del blog en el futuro?
Naturalmente, lo que cualquiera desearía, el sueño irrealizable: llegar a más público, tener más lectores y que se convirtiera en una fuente de ingresos que me permitiera vivir de él. Pero seamos realistas, eso es algo muy improbable.
Por otra parte, hace tiempo me ronda la idea de hacer un podcast como complemento, y también me gustaría incorporar a otros redactores. Pero, claro, llegamos al espinoso asunto del “por amor al arte”: en un proyecto unipersonal como este que no genera ningún beneficio sería difícil encontrar a colaboradores dispuestos.
Pero, como proyecto inmediato, probablemente iniciaré una serie de entrevistas con personajes que no tienen una relación directa con la música, aunque sí con lo que podríamos entender como “cultura pop” en su sentido más amplio, que tal vez desconcertará a algunos de mis seguidores habituales.

¿Cómo es la persona que hay detrás de este blog?
Me defino como periodista cultural (especializado en música, cultura y espectáculos), con una experiencia de más de treinta años.
He trabajado en casi todas las facetas del periodismo: prensa escrita (periódicos y revistas), radio (diversas emisoras municipales), televisión (los espacios de TV3 Sputnik y Jazz & Co), internet (el portal Ritmes.cat de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales), gabinetes de prensa de la administración, empresas privadas dedicadas a la creación de comunidades virtuales, etc.
He ejercido funciones de redactor, crítico musical, guionista, locutor, consultor de contenidos, maquetador web, corrector ortotipográfico, editor, blogger, selector musical, divulgador de internet y coordinador de un equipo de más de cincuenta redactores y fotógrafos (redactor jefe de una conocida revista musical española durante doce años).
Desgraciadamente, desde 2020 estoy en el paro.

¿Qué dirías a los bloggers que empiezan?
En primer lugar, que se concentren en una temática que conozcan muy bien y les apasione, aunque sea algo muy minoritario y extraño. Es más valioso un blog sobre algo muy concreto y específico que otro generalista del tipo cajón de sastre donde se habla de todo, pero no se profundiza en nada.
En segundo lugar, que sean muy rigurosos y cuidadosos a la hora de redactar y de comprobar datos como nombres, fechas, etcétera. No hay nada más frustrante que leer un blog con faltas de ortografía y puntuación e imprecisiones. Además, hay que prestar atención a las fotografías y a otros elementos estéticos.
En tercer lugar, que no se obsesionen con conceptos hoy de moda como el SEO. Tras toda esa parafernalia de marketing digital, parecen olvidarse otros factores que, objetivamente, deberían ayudar a cimentar el éxito de una web. Factores como la calidad de los contenidos y la coherencia de los mismos –es decir, una “línea editorial” clara, que no esté a merced de las modas–, una arquitectura donde sea fácil encontrar las cosas y una estética digamos “agradable”.
Llegados a este punto, veo necesario establecer una diferenciación entre “éxito” y “prestigio”. Tal como yo lo veo, el éxito se basa en factores mesurables o numéricos –cifras de visitas, de páginas leídas, de enlaces, etc.–, mientras que el prestigio apela a otros elementos no cuantificables, digamos más “intelectuales” e incluso “emocionales”. ¿Es compatible el éxito con el prestigio? Sí. ¿Se puede tener éxito sin prestigio? Por supuesto. ¿Y prestigio sin éxito? También.
Y, por último, lo más importante, que no consideren un blog como un medio de comunicación “menor” o menos válido. Ya estoy harto de que la gente diga de forma despectiva: “¡Si quiere, que lo escriba en su blog!”. ¿Qué significa eso? Un momento: existe un buen número de blogs que publican artículos y opiniones mucho más valiosas que las que pueden leerse en la prensa “convencional”.

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